Poco he hablado de mi vida antes de llegar a la casa de esta extraña familia cerca del cerro. Lo cierto es que el otro dia buscando en mi casita y viejos papeles, encontré una foto en la que me están dando mi comida, la verdad de las cosas no estoy 100% segura de ser yo porque eramos cinco hermanos, cuatro identicos y el mandinga café oscuro...lo que habla de los varios amores de mi mamá. Quién sabe que será de ellos, lo único que se es que el amndinga murió chiquito y los otros tres deben estar igual que yo.
Pegue la foto donde salgo de guagua al lado de mi cama, a veces me baja la nostalgia, como pasan los años lo importante es que no pasen en vano...lo que es yo no me puedo quejar
martes, mayo 30, 2006
jueves, mayo 11, 2006
El mosquito de departamento

Algunos dicen que se parece a mi... puede que sea una cercanía en las facciones o en el color de pelo, pero sinceramente somos diametralmente opuestas (y no sólo por el tamaño de las patas). La llaman Caluga, es la hija putativa de mi hermana mayor adoptiva, y está completamente loca (la perra... aunque tengo sospechas sobre la dueña también).
Y aquí entran dos temas: las apariencias y el encierro de la ciudad.
Cuando Caluga llegó era igual a un Cocker, de hecho todos pensaron que sería un Cocker clásico. Pero de pronto sus patas empezaron a crecer más de lo normal, el hocico se le alargó, y por más que han intentado camuflar su apariencia con pañuelos y correas, no hay caso... es una cruza entre cocker y zancudo. Cuando corre a veces se tropieza con sus patas, y extrañamente ha aprendido a pegar puñetes a sus dueños para solicutar comida. Una pata es más fuerte que un diente en ocasiones.
Pero sobre todo, el mayor conflicto con Caluga es que está loca. De remate y sin vuelta. Tal vez sea el streess del encierro, o una degeneración neuronal heredada del 30% de sangre Cocker que corre por sus venas... el hecho es que su cerebro funciona al revés de los animales. Una vez se lanzó sobre un puesto de tomates para robar uno, saluda a todos los que pasan frente a su balcón, se lanza sobre los transeúntes con terno para embarrar sus pantalones, se come las plantas, desordena los muebles de la casa, cambia de posición los sillones, es celosa de los novios.... todo.
El tema es... ¿hasta qué punto la vida de ciudad afecta a ciertas almas libres? ¿Basta un balcón para ser feliz? El tema es que Caluga no conoce más vida y es feliz con la suya, ama a sus padres adoptivos, al barrio, y a los paseos... ¿hasta qué punto intervenir? He intentado un par de conversaciones con ella, para ver qué quiere de la vida, cuales son sus intereses, por que intenta llamar la atención de esa manera tan prehistórica... pero lo único que me he ganado ha sido un pelotazo en el hocico, o que ella agarre un palo y salga corriendo esperando que la persiga.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)