miércoles, mayo 30, 2007

Morir en la ciudad


La semana pasada iba paseando por una de las calles más céntricas de la ciudad de Santiago de Chile. Un clásico paseo peatonal, en día domingo después de la hora de almuerzo. Vacío, solitario, lleno de personas de paso o simplemente intentando matar el tiempo sin compañía antes de ir a dormir.
Estaba yo con una de mis hermanas putativas y su novio viendo una tienda de Cd's, cuando a unos tres metros divisamos una moto de Carabineros. Al lado, el correspondiente dueño del vehículo, su compañero motorizado, y una persona en el piso. Sola.
El hombre estaba en posición fetal y con los ojos cerrados. Bien vestido. Bien peinado. Un maletín en el suelo y la correa afirmada al hombro. Abrazado a las baldosas.
Carabineros simplemente lo observaba y hablaba por radio, seguramente avisando de la situación a alguien más. El hombre se veía tranquilo... con la sorprendente placidez de alguien a quien lo ataca algo desde dentro y lo deja enroscado en el piso.
¿Y por qué no lo habían llevado a algún sitio? Una camilla, una ambulancia, alguien, algo. Entonces los tres únicos personajes que no estábamos vestidos de verde ni en el suelo nos congelamos. Al parecer el hombre estaba muerto.
Un manotazo de final lo tomó en la calle y lo hizo dormir. Solo. Acompañado en su último paso por su maletín y una ciudad que es indiferente a cualquier emoción que no sea la rabia en las calles.
Lo último que vio fue la tienda de Cd's. Y unas baldosas solitarias en una ciudad semi vacía con el frío del próximo invierno.
Solo.
Entonces seguimos caminando. Sin hablar. Con la inquietante sensación de vivir en un vacío rodeado de rostros desconocidos, palabras musitadas y baldosas que acarician los pies en una fría tade de domingo.

miércoles, mayo 09, 2007

Están entre nosotros



¿Has sentido el halo de alguien que te sopla al oido? ¿Y luego volteas y no hay nadie? ¿Has sentido que te llaman, sabiendo que estás sola en casa? Yo se que nunca estoy sola. A veces mientras espero a mi familia, o duermo la siesta del pellets de las 14.00 hrs., sé que me están mirando... escondidos tras los muros están ahí.
Ellos creen que estoy loca, pero mi percepción canina siente cosas que los humanos no ven, no huelen, no escuchan.
De hecho la Leona -una perra un tanto deficiente, clínicamente comprobado- se desquició una vez que se quedó encerrada en una habitación donde sé que hay algo, porque a ciertas horas el aire se vuelve rancio, baja la temepratura, y tienes la pesada sensación de un par de ojos en la nuca.
Historias hay miles, unas más interesantes que otras. Pero recientemente hubo una que me dejó tapada hasta las orejas con mi colcha.

EL HOYO MISTERIOSO
Hace un par de meses una amiga decidió finalmente dar un paso importante en su vida. Junto a su novio se compraron una vieja casona del barrio de Quinta Normal (Santiago, Chile... por si hay alguien que lee esto y que resulta que no sabe donde coño queda este sitio... contexto que le llaman), para cambiarse ahí junto a su pequeña y rosada hija.
La casa es enorme. Antigua. Con agregados de casas estilo caballerizas hacia atrás y un patio reseco, vestigio seguramente de viejos buenos tiempos de verdor.
Los problemas comenzaron cuando el ex dueño de la propiedad, no la abandonaba. Luego de varias excusas, situaciones y formas de convencimiento, finalmente el caballero se fue a vivir a otro sitio, dejando el paso libre para la joven familia.
Felices llegaron y comenzaron por arreglar la cocina. Pero de pronto... sorpresa. Bajo el lavaplatos no había nada. Un enorme hoyo existía debajo del mueble, y cuando intentaron medir la profundidad del espacio con una vara de 6 metros, no fue suficiente. Era aún más profundo.
Imaginando los problemas que esta extraña situación les podía traer (desde ratones, hasta tortugas ninja), fueron a dar aviso a la Municipalidad, para buscar alguna solución. Sorpresa. No había registros de ese hoyo, y la Municipalidad no podía hacer nada al respecto y los enviaron a la empresa coordinadora del tema de aguas en la urbe. Pero tampoco sabían nada. El orificio no estaba en ningún mapa ni documento anterior.
Lo peor es que abajo de todo esto había agua, porque al lanzar una piedra sonaba al fondo.
Finalmente decidieron solucionar el tema por su cuenta. Hablaron con el antiguo dueño y exigieron un monto de dinero para poder reparar esse extraño hoyo en medio de la cocina. Lo taparon como pudieron y cruzaron los dedos para que, sea lo que sea que había abajo de ese orificio, nunca intentara acercarse.

Buaaajajajajajajaja...

El orificio encontrado en Quinta Normal