
¿Has sentido el halo de alguien que te sopla al oido? ¿Y luego volteas y no hay nadie? ¿Has sentido que te llaman, sabiendo que estás sola en casa? Yo se que nunca estoy sola. A veces mientras espero a mi familia, o duermo la siesta del pellets de las 14.00 hrs., sé que me están mirando... escondidos tras los muros están ahí.
Ellos creen que estoy loca, pero mi percepción canina siente cosas que los humanos no ven, no huelen, no escuchan.
De hecho la Leona -una perra un tanto deficiente, clínicamente comprobado- se desquició una vez que se quedó encerrada en una habitación donde sé que hay algo, porque a ciertas horas el aire se vuelve rancio, baja la temepratura, y tienes la pesada sensación de un par de ojos en la nuca.
Historias hay miles, unas más interesantes que otras. Pero recientemente hubo una que me dejó tapada hasta las orejas con mi colcha.
EL HOYO MISTERIOSO
Hace un par de meses una amiga decidió finalmente dar un paso importante en su vida. Junto a su novio se compraron una vieja casona del barrio de Quinta Normal (Santiago, Chile... por si hay alguien que lee esto y que resulta que no sabe donde coño queda este sitio... contexto que le llaman), para cambiarse ahí junto a su pequeña y rosada hija.
La casa es enorme. Antigua. Con agregados de casas estilo caballerizas hacia atrás y un patio reseco, vestigio seguramente de viejos buenos tiempos de verdor.
Los problemas comenzaron cuando el ex dueño de la propiedad, no la abandonaba. Luego de varias excusas, situaciones y formas de convencimiento, finalmente el caballero se fue a vivir a otro sitio, dejando el paso libre para la joven familia.
Felices llegaron y comenzaron por arreglar la cocina. Pero de pronto... sorpresa. Bajo el lavaplatos no había nada. Un enorme hoyo existía debajo del mueble, y cuando intentaron medir la profundidad del espacio con una vara de 6 metros, no fue suficiente. Era aún más profundo.
Imaginando los problemas que esta extraña situación les podía traer (desde ratones, hasta tortugas ninja), fueron a dar aviso a la Municipalidad, para buscar alguna solución. Sorpresa. No había registros de ese hoyo, y la Municipalidad no podía hacer nada al respecto y los enviaron a la empresa coordinadora del tema de aguas en la urbe. Pero tampoco sabían nada. El orificio no estaba en ningún mapa ni documento anterior.
Lo peor es que abajo de todo esto había agua, porque al lanzar una piedra sonaba al fondo.
Finalmente decidieron solucionar el tema por su cuenta. Hablaron con el antiguo dueño y exigieron un monto de dinero para poder reparar esse extraño hoyo en medio de la cocina. Lo taparon como pudieron y cruzaron los dedos para que, sea lo que sea que había abajo de ese orificio, nunca intentara acercarse.
Buaaajajajajajajaja...
El orificio encontrado en Quinta Normal

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